jueves, 12 de mayo de 2016

Historias

El tiempo de la música
La música tiene su propio tiempo. Hay un tiempo en el que el pulso marca el ritmo y da lugar a las melodías. Otro que puede medirse en las horas de inversión que demanda ejecutar bien un instrumento. Y uno más terrenal, el de los puntos suspensivos que a veces nos llevan a posponer, hasta nuevo aviso, lo que deseamos hacer.
Charly García dijo alguna vez “Lo importante en una pieza musical no son las notas, sino la distancia que existe entre ellas” así describía el silencio. En un pentagrama o en la vida misma los silencios marcan la distancia hasta eso que queremos expresar.
Para Alberto Linguido, ese vecino al que su profesión de médico lo tenía siempre a las corridas de un lugar a otro, la pausa del silencio dio lugar a su reencuentro con el Saxo. Hace años, cuando la medicina lo había llevado a vivir en Olavarría, una colega le sugirió hacer ejercicios de respiración para tratar el asma que lo había acompañado desde la niñez. Junto con la recomendación le vendió su primer saxo.
Ahora el “doc” se jubiló y el instrumento – relegado por años- se convirtió en la compañía fiel de todos los días. Cuando llegamos a la clase nos mostró con orgullo su flamante “Yamaha tenor” recientemente adquirido. El cariño con el que lo sujetaba, acompañado por el brillo que mostraban sus ojos, reflejaban la pasión por lo que había quedado pendiente. Sentía la alegría de aquel que ha vencido el “qué dirán”. Nos hizo saber que nunca es tarde para mostrar rebeldía frente a aquello con lo que no se está de acuerdo.
Con la nostalgia de aquel que se deja llevar por los recuerdos, se tomó un tiempo, miró hacia arriba y detuvo el viaje mental ahí donde apareció el mandato. “Vengo de una familia, de una época en la que para ser alguien tenías que ser profesional y saber un idioma. La música era para vagos. Con ese pensamiento imaginate que en mi casa nunca veían bien lo de dedicarse a la música. Eso que mi viejo tocaba el bandoneón y mi tío violín, pero la música en casa era un hobie”.
La familia de Beto Fischer (el “profe” de saxo), por el contrario, fue la responsable de su vínculo con la música. De niño, mientras jugaba con los soldaditos silbaba -con delicada exactitud- las obras de Beethoven, Mozart, etc, que su padre interpretaba. Primero probó con guitarra, el instrumento era más grande que él a sus seis años, no resultó. Luego llegó el intento frustrado con el piano. Su escritura en pentagrama no era la apropiada para una maestra que se lo hizo saber (de una forma muy poco pedagógica) y le quitó la motivación.
Don Fischer confiaba en el talento musical de su hijo e insistió. El hermano mayor de Beto tocaba clarinete en la Orquesta Municipal de Gral. Madariaga y, en una emboscada conjunta, llevaron al entonces pequeño de ocho años a un ensayo. El Director lo subió arriba de una mesa enorme y preguntó ¿de todos estos qué instrumento querés tocar? El impulso, la curiosidad ¿o el destino? hicieron que saxo sea el elegido. Tres meses después tocó con la Orquesta en la final de la Copa Intercontinental, en el entretiempo del partido que en el 75 Independiente disputó con el Atlético de Madrid. De ahí en más, la música.
Para nosotros cultura es motivar, incentivar y que todos descubran que en nuestras escuelas abiertas la frase “nunca es tarde”cobra real sentido. La historia de Alberto Linguido, quien entregó su vida a sanar a los demás y hoy se reencuentra con la música es tan vital como la de Beto, que encontró su instrumento y su arte en un espacio municipal, tal como sucede hoy en saxo y todas las disciplinas que forman parte de nuestra oferta.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario